Calp: Arte urbano

«SonriElefante ascendiendo por sonriManguera»

Imágenes: Marco Bittner

Decía Camus que «la capacidad de atención del hombre es limitada y debe ser constantemente espoleada por el recurso de la provocación». Añadiré por mi cuenta que la atención, dentro de la más alta jerarquía de las virtudes humanas, nos convierte en individuos conscientes y observadores críticos del mundo que nos rodea. La visión cotidiana de nuestro entorno más próximo nos arrastra a vivir distraídos, con un cierto automatismo pernicioso. En ocasiones, la leve modificación de una parte estimula la percepción y hace que descubramos el todo de una realidad que se hallaba presente a nuestros ojos.

Pasear al aire mañanero de mi urbanización de Calp es un gozo que disfruto desde hace tiempo. El ejercicio aviva el seso y despabila. Salgo y busco puntualmente lo que espero ver, a lo mío, sin cotillear lo que haga el vecino en sus rutinas. No hay ladridos ni monsergas en derredor, el paso es silencioso. Me recreo siempre en las manifestaciones artísticas que nos regalan los que mandan con su peculiar estilo de hacer las cosas. Por el gusto de pagar los suministros más caros de Europa, el oligopolio nos devuelve un Street Art inefable: un arte urbano mudo, conmutativo y existencial. En los años 70 las chapuzas tenían un pase por ese desarrollismo improvisado que se levantó sobre nuestro desguace cultural, pero actualmente, entrados ya en el siglo de las nuevas tecnologías, la bella decadencia que experimentamos sólo puede atribuirse a una vocación entre creativa y kitsch. Menos mal que ahora vivimos tras el ladrillo verde, verde que te quiero verde, y en aras de una excelencia eterna, sostenible y expansiva que a algunos nos conmueve y a otros llena los bolsillos. En el fondo, con este tipo de pamemas llevamos medio siglo de una prosperidad que va arramblando con el medio.

«El Pirulí»

Como señalaba anteriormente, en mi paseo por la urbanización y a escasos metros de mi casa, descubro algunos elementos artísticos de excepción. En dirección oeste despunta una soberbia antena de telefonía móvil: el Pirulí, que no ha habido forma humana de desmontar. Los vecinos de la zona, en su día, se enfadaron, se organizaron, se movilizaron, se cansaron y lo dejaron estar al darse finalmente de bruces con la pasividad municipal. El propietario del solar donde se levanta el monumento obtiene un buen ingreso mensual por la cesión del terreno a una operadora; a este estipendio suma las rentas derivadas de la explotación en precario de un chamizo anexo que parece un restaurante. Amigos debe de tener este intocable quien, obviamente, no reside en la urbanización.

Parece ser que no existen estudios concluyentes sobre los peligros para la salud que puedan derivarse de la contaminación electromagnética; no hay evidencias ni resulta demostrable una relación causal entre radiaciones y patologías. Con este argumento, pues, la carga de la prueba recae sobre quien tiene que padecer estos riesgos y asumirlos gratuitamente: los residentes de la zona. Si el asunto se nos pudre, lo ahorraremos en champú.

«Más bonita que nunca»: naturaleza muerta
«Bodegón»: naturaleza muerta

A escasos metros de mi puerta —no creo que llegue a los tres pasos—, cuento con una exposición permanente de naturalezas muertas. Se trata de una suerte de bodegón ad hoc que se alimenta espontáneamente en cuanto cae la tarde y el arte mengua. A la parte floral, desechos de poda y restos de jardinería, se une la basura general en el follaje, mobiliario abandonado, utensilios viejos y otros géneros de la misma especie. No se estilan los contenedores por estos lares, pesan mucho y son un recurso de señorito. Me pregunto si los hijos de la civilizada Europa contraerán algunos de nuestros malos hábitos al pisar el suelo patrio. Existe nocturnidad y alevosía en esta conducta poco cívica que no conoce de naciones ni banderas. No creo que a mí me la consintieran en sus países de origen.

¿Es usted feliz en Calp? Yo, desde luego, digo que sí.

«Torreta dels Moros»: de posible origen almohade

Doblando la primera esquina, a la izquierda, alcanzo una construcción que me fascina. Su obra parece de factura vieja, quizá en su día fue fortificación de moros. Habrá que preguntar a nuestro arqueólogo, José Luis Menéndez Fueyo, profesional de contrastada ética, quien siempre se maneja con materiales de primera mano. Apuesto a que su opinión se inclinará hacia los restos de algún reducto almohade sin mirar las nervaduras. Es más que probable que sobre su planta y los arranques de muros originales se levantara la edificación existente, de fábrica histórica, que ha resistido el paso del tiempo con escasos cambios. Algunos grafitis en su portal de acceso merecen datación y un concienzudo estudio; quizá algunos enterramientos podrían descubrirse tras los cimientos de las viviendas colindantes.

«Sueños húmedos»: arte urbano, Calp

Admirables me parecen los trabajos de madera y cable, tiro y cuerda, hierro, horqueta y falo en ristre que cuelgan sobre los viales. Ya quisiera para sí el talento algún admirado escultor de la localidad. El paseante encuentra en cada esquina un motivo de embeleso y satisfacción. En esta aventura, el atento observador atraviesa distintas etapas y rupturas, desde el academicismo inicial a la abstracción. Este lenguaje plástico resulta propio y renovador e integra un vocabulario visual que se fundamenta en la austeridad expresiva del alambre, el hierro y la madera, sobre los que se incorporan adjetivos de referencias figurativas que transforman las obras en espacio, en reflejo de celosía y trémula luz.

«La bolsa o la vida»: arte urbano, Calp
«Luna lunera o las rodillas hechas arroz»

 

Estas primeras obras que encuentro como caminante son piezas de las más antiguas de la muestra, y en ellas no se ha tratado de convertir la imagen en alusión o metáfora de otra realidad lejana a su propia materialidad. Más allá de rectángulos opacos superpuestos y pintados a base de estampaciones, estarcidos, pulverizaciones y dibujos, el conjunto consigue la misma sensación de espacio en vibración que en otras obras corales de tres dimensiones.

Seguiremos poniendo en valor este patrimonio cultural de naturaleza lírica y sensual. Las nuevas tendencias huyen de esta expresividad y apuestan por un minimalismo que me parece transgresor. Las líneas se entierran, las infraestructuras se ocultan, las acometidas se embuten y la huella del hombre desaparece.

«Texturas»: naturaleza muerta

A buen seguro, bajo estos nuevos criterios de abstraccionismo y horizontalidad mimética, tan alejados de la aparatosidad de nuestros modernos rascacielos, se desarrollarán los proyectos del incipiente campo de golf de Calp: «The Soliva Golf Club». El ladrillo verde es una propuesta renovadora, ingeniada para afrontar los múltiples retos artísticos que plantea el s. XXI. Fuentes cercanas a la promoción golfística no parecen excesivamente optimistas respecto a la hoja de ruta a seguir y calculan un período de ejecución del proyecto que podría extenderse entre cinco y diez años. Esta demora en la conclusión de las obras tiene una explicación gráfica; según las mismas fuentes: «Las gallinas del corral están contentas. Ahora falta que los gallos se respeten los turnos entre sí y no se destrocen a picotazos».

«Caja B»: abstraccionismo electoral

Decía Camus que «con la rebelión, nace la conciencia». Para el caso que nos ocupa no creo que aparezcan en el futuro ni una cosa ni la otra. Pero vayamos a lo que toca, que es reunirnos con los nuestros y hacer familia en fechas tan señaladas. No abusen de la ingesta ni discutan en las sobremesas, pues es campo abierto que entraña gran peligro. Tengan la fiesta en paz y reciban mis mejores deseos, usted y los suyos.

Feliz Navidad.

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