OPINIÓN (previa al artículo que sigue)
Cientos de miles de españoles dieron su vida por la causa de la Libertad durante los últimos dos siglos. Muchos lo hicieron en defensa del trono borbónico y bajo los colores rojo y gualdo de la bandera española. Traición sufrieron, hijos de la muerte y la pobreza. Entre guerras civiles y asonadas militares, a pesar de la Corona, los espadones y los curas, nuestros abuelos lucharon por tejer la malla democrática que hoy aparentemente nos sustenta. Nada ha resultado gratis.
El respeto patriótico a la bandera, por lo tanto, debería descansar sobre los fundamentos que provee el conocimiento profundo de la Historia de España y no sobre absurdas simplezas sin sentido. Desgraciadamente, el patetismo nacional que nos envuelve parece alimentarse tan sólo de hitos como el triunfo de La Roja en el Mundial 2010 o la catarsis colectiva que produjo la oposición al proceso de independencia de Cataluña. Detrás de un himno y una enseña subsiste un patrimonio moral que se estratifica en profundas capas de caracterización diversa, acervo cultural y tradición. Este bien común merece una defensa y una protección activas.
El orgullo patrio vacío de contenido y el simbolismo de la nada encuentran un claro ejemplo en el contento popular que genera la apostura de una de las calles más antiguas de Calp, hoy Calle de las Banderas para la galería, oficialmente carrer de Puchalt y, en un pasado más lejano, carrer del Forat. Esta mísera costera conserva una profunda huella histórica que pasaremos a documentar seguidamente. Pongamos calidad en el sentimiento, compatriotas, intentémoslo al menos, hagamos un esfuerzo por legitimar nuestra pasión sin resultar soberanamente frívolos.
Esta misma mañana he encontrado una imagen de la calle en la web de una formación de ultra derecha. Para gustos, colores. Para motivos, razones. No haya tacha. Nada más democrático que una respetuosa opinión por silenciosa que resulte. Con este artículo pretendo proporcionar motivos reales de orgullo a mis convecinos a través de la divulgación histórica, y sólo en aras de profundizar en el aprecio que podamos sentir todos por esta entrañable costanilla.
LA CALLE DE LAS BANDERAS, CARRER DE PUCHALT O CARRER DEL FORAT
El ataque pirático del 22 de octubre de 1744 dio lugar a la confección de la primera cartografía conocida del pueblo de Calp. El detalle del plano de 1746 que aportamos a continuación pertenece a la colección de levantamientos topográficos y elaboración de proyectos para la edificación de un cinturón de murallas en defensa de la población. Este plano en cuestión —que hemos restaurado y saneado para facilitar su comprensión— muestra el estado de desprotección en que se hallaba Calp durante la acometida berberisca de dos años antes.
Podemos observar cómo el núcleo formado por el primer cinturón de murallas se hallaba rodeado por algunas zonas de ensanche que se agrupaban en arrabales, hoy calles San Roque, Puchalt, Pescadores y Soledad. Estas construcciones sentadas sobre el desnivel del terreno consistían en viviendas y corrales cercados por tapias, entre espacios que formaban estrechos pasadizos y algunos huertos. Las edificaciones del arrabal orientado a mediodía se elevaban sobre bases de mampostería para salvar las diferencias de altura y permitir así una mayor defensa del conjunto. El informe técnico confirmaba que la ciudadela consistía en 25 o 30 casas pequeñas y la mayoría de la población ocupaba los arrabales, por lo que una repentina invasión dejaría expuestos «a personas, mujeres y niños con los frutos de sus cosechas».
Atendiendo al plano de 1746 (plano 1), comprobamos que el trazado del carrer de Puchalt (nº 1 en la imagen) ya existía en su desarrollo primario al consolidarse la vía en su tramo alto y más cercano a la ciudadela murada. La proximidad del Portalet, que daba salida a ésta, obligaba al tránsito de personas y caballerías por nuestra calle, en la búsqueda de los caminos que conducían a la playa o a las rondas. Por lo tanto, y desde la fundación de la villa, la costera debió de ser paso obligado hacia el sur para transeúntes y acceso inmediato al portal de la población.
En julio de 1747, las obras de amurallamiento se hallaban terminadas en todo su perímetro con las dos puertas que daban acceso al recinto a punto de colocarse. Los habitantes de Calp, tras la obra de defensa, podían entrar y salir de la ciudadela durante el día a través de una de estas dos puertas: la del Mar (plano 2), situada en el lado sur de la villa, y la de Benissa, en su lado norte. Este segundo acceso quedaba cerrado durante la noche y el portero de guardia volvía a reabrirlo al amanecer.
Como vemos en el plano de 1748 (plano 3), el lienzo de muralla había circundado convenientemente todo el disperso desprotegido. La puerta del Mar quedaba situada a pocos metros del arranque del actual carrer de Puchalt. Este portalón, de unos 3,5 metros de altura y 3 de ancho, «comprendía todo el herraje con sus cerrojos y llaves guarnecidas de clavos de cabeza gorda pintadas con almagra para su permanencia». La planta del portal era abocinada por sus flancos y presentaba una embocadura interior que le confería un aspecto de oquedad (planos 3 y 4). Esta singularidad dio lugar a que hasta finales del s. XIX la calle, hoy de Puchalt, recibiera la denominación, también oficial, de carrer del Forat (Calle del Agujero).
Sabemos que durante su historia de más de dos siglos y medio, esta calle albergó viviendas de pequeño tamaño y planta estrecha, a excepción de dos de ellas y un horno de pan cocer que estuvo habilitado desde antiguo en el nº 18, numeración de finales del XIX. El censo electoral de 1871 recoge un número de catorce casas que se vería incrementado hasta las veinte en el registro de inmuebles de 1893. Las viviendas principales, censadas en aquel año, pertenecían a María Roselló Avargues, la nº 17, Clara Sapena Moragues, nº 16 y Juan Perles Torres, nº 2.
Respecto al horno, no podemos documentar si se trata del establecimiento ubicado en la «Calle del Basto» de Calp en 1806 y que perteneció al Marqués de Ariza; un pleito presentado por la junta de Propios municipal puso en litigio la posesión de este bien. Sabemos que la instalación hornera del carrer Puchalt estuvo en funcionamiento hasta mediados del s. XX y fue propiedad histórica de los Senyorets de Calp.
Los exiguos fondos municipales sólo permitirían la acometida de pequeñas obras destinadas a mejorar las infraestructuras públicas de la población. Hacia 1900, el mal estado de los viales del casco urbano obliga a la administración a ejecutar mejoras que con gran sacrificio se afrontan a través del empleo de mano de obra local. En esos años se procede al empedrado de muchos viales de Calp. Hasta entonces, las calles en cuesta habían supuesto un grave problema para su mantenimiento por las torrenteras pluviales y el vertido de aguas sobrantes.
Respecto a la nomenclatura actual y según indica el Padre Llopis en su libro Calpe (1953), una corporación calpina dedicó esta calle a la memoria del cura de Calp, don Juan Bautista Puchalt (Catarroja, 1793 –Calp, 1856). Escribe Llopis: «Puchalt se preocupó de la urbanización de la villa, pavimentando por su cuenta una de las calles más antiguas, que por estar en una cuesta muy pendiente era intransitable y que Calpe se la dedicó dándole su nombre». Un siglo más tarde y durante la alcaldía de Antonio García Sapena, en 1957, Calp celebraba los actos del centenario de la muerte de su rector, contando en ellos con la presencia del alcalde del Catarroja.
Andrés Ortolá indica que fue hacia 1979 cuando, en virtud de acuerdo de la corporación municipal, se construyeron las escaleras de la calle por cuestión de seguridad. Hasta entonces, el firme de la cuesta se hallaba consolidado con una simple capa de cemento. En aquellos años la procesión del Cristo del 22 de octubre subía por el vial y la cera vertida de los cirios ocasionaba peligrosos resbalones al paso de los fieles. La apariencia vistosa que hoy ofrece el carrer Puchalt, apunta Ortolá, tiene su origen en un concurso de engalanamiento de calles organizado durante los actos de celebración del III Centenario del Cristo del Sudor (1682-1982). Los vecinos de entonces optaron por pintar de rojo y amarillo los frentes de la empinada escalinata para lograr así el efecto de una gran bandera desplegada.
[…] y como se menciona en el gran artículo de investigación de El Blog de José Luis Luri sobre la calle Puchalt, se dice que la actual nomenclatura de la calle se debe para recordar al catarrogí Juan Bautista […]