Calp, 1871: alcaldía y revolución

“Los hombres se fijan un precio a sí mismos,

−alto o bajo− según mejor les parece,

y cada cual vale el precio en el que se estima”.

Epicteto.

 

Abandonen, lectores, toda esperanza: no nos referiremos en esta entrada a imposibles de actualidad ni a sujetos en candelero: hoy la política es “otra cosa”. Tampoco vivimos tiempos en los que un individuo esté dispuesto a tirarse al monte y poner en riesgo su vida o hacienda por un ideal redentor. Más bien sucede lo contrario, basta abrir los ojos para comprobarlo.

Sin embargo, ciertas realidades históricas, observadas en paralelo, ofrecen argumentos sorprendentes que pueden conducirnos a la reflexión y con ella a conclusiones. Algunos hechos alejados entre sí en el tiempo muestran perfiles coincidentes que respaldan esa visión circular del acontecer humano; la Historia parece no avanzar linealmente, empujada por el progreso, sino en forma de ciclos que se repiten. “Corsi e ricorsi”, nos referiremos en este artículo a un personaje calpino desconocido que fue el primer alcalde republicano de esta población hace siglo y medio: el capitán Ortiz.

 

Imagen satírica de 1873, de la revista La Flaca, que simboliza las fuertes divergencias existentes entre los republicanos unitarios y los federales. Nótese la barretina del figurante de la derecha. Fuente: www.nodulo.org

Los Ortiz pertenecieron a una familia hoy desaparecida, pero de fuerte implantación en Calp desde antiguo: ya en 1646 aparecen nominados en el vecindario de aquel año Jaume Ortis y Joan Ortis menor; Domingo Ortis lo hará poco tiempo después, en 1667. Miembros de esta saga labradora acomodada ejercieron cargos públicos locales durante el s. XVIII y XIX. Domingo Ortiz Serra, abuelo de nuestro protagonista, aparece como alcalde de Calp en 1828 y posteriormente en 1840. Adscrito al ideario liberal progresista, su hijo, Juan Ortiz Crespo, liderará la Milicia Urbana calpina durante la Primera Guerra Carlista como comandante de esta fuerza. Fue elegido a su vez alcalde durante el Bienio Progresista (1854-56). De su matrimonio con Josefa Garcelá hubo numerosa descendencia de ambos sexos −Jaime Ortiz Garcelá, el capitán, había nacido en esta villa en 1829−, aún así, este apellido y las líneas familiares se pierden definitivamente en Calp a finales del s. XIX.

Fragmento del Manifiesto de Villena con la firma de los comparecientes. Fuente: Vicente Ramos, Crónica de la Provincia de Alicante I, 1979.

Corría 1865, año de malas cosechas, fuerte incremento del desempleo y falta de suministros. A la recesión económica y la crisis financiera se había unido el hartazgo popular por la corrupción y represión del gobierno conservador moderado. La agitación y la crispación se habían extendido por toda España causando un fuerte desgaste a la monarquía. En ese mismo año, el Partido Demócrata de la provincia de Alicante presentaba una fuerte disensión interna, en especial por su actitud ante el Socialismo. Alicante capital se alineaba con la corriente socialista de Pi y Garrido, que representaba José Marcili Oliver, futuro editor del diario alicantino “La Revolución”, aunque el resto de la provincia se acercaba mayormente a los postulados de Castelar o García Ruiz que repudiaban las tendencias socializantes. En aquellos momentos no había emergido todavía la figura esencial de los demócratas: Eleuterio Maisonnave.

Delegados de diferentes poblaciones se reunieron en Novelda para establecer un Comité Provincial que respondiese a una orientación mayoritaria de la militancia. El Partido Democrático y el Partido Progresista, que conformaban la oposición política nacional, terminaron por reorganizarse para derribar al régimen moderado. Con el Pacto de Ostende (Bélgica), suscrito en agosto de 1866, se acordó la elección de una asamblea constituyente mediante sufragio universal directo. La Unión Liberal del general Serrano se adhirió al acuerdo posteriormente.

Froilán Carvajal, fragmento de una imagen conmemorativa de 1869. Fuente: www.fotosantiguasdeibi.blogspot.com.es

El estallido de la Revolución de 1868 puso fin a la monarquía borbónica. Este levantamiento encontró su versión levantina en la incorporaron de una columna que actuó en Alcoy y en las comarcas de la Marina. El movimiento, liderado por el cabecilla Froilán Carvajal, poeta y periodista, idealista y romántico, proclamó la República Federal en muchos pueblos alicantinos deponiendo ayuntamientos monárquicos y defendiendo la revolución.

En esta partida que comandaba Froilán, luego llamada “Columna Republicana de la Provincia”, destacaban Tomás Bertomeu “Tomaset el de Petrel” –el Padre Llopis sostiene en su obra “Calpe” (1953) que este personaje era natural de Calp, aspecto que intentaremos documentar− Francisco Payá, José Montesinos y el calpino Jaime Ortiz, con el grado de capitán, firmadores del llamado Manifiesto de Villena en octubre de 1868. Semanas más tarde Jaime Ortiz remitía un escrito al diario La Revolución en el que informaba de que en Calp no se había constituido un comité por innecesario, dado que los electores de este pueblo “han de votar a favor de la República y en contra de la monarquía”.

Recorte de una carta de Ortiz al diario La Revolución.

Los vientos de libertad que levantó la nueva Constitución de 1869 fueron recibidos en Calp con un jubiloso y monárquico volteo de campanas. Presidía entonces la corporación el conservador Pedro Pastor Roselló “El Ric”, primer propietario de la población. El mismo día de la promulgación constitucional, Jaime Ortiz remitía una carta al diario La Revolución – dirigida a Plácido Bernardo, sobrenombre que usaba Froilán Carvajal como redactor jefe de la publicación por motivos de seguridad− en la que ofrecía sus valoraciones políticas y sus deseos de ver instaurada la República Federal en España. En julio repite misiva al diario, dando cuenta de sus iniciativas para reprimir una avanzada carlista que se dirigía hacia Calp: “No sé si lo llevarán adelante, pero de todos modos ya los conocemos, y lo que les ha de sobrar es leña”, concluía Ortiz, dejando bien claras sus intenciones.

 

Fusilamiento de Froilán Carvajal. Fuente: Glorias republicanas de España y América por Antonio Sánchez Pérez (1838-1912), entre 1893 y 1894. Barcelona, La Enciclopedia Democrática, pág. 2143.

El ajusticiamiento de Froilán Carvajal en Ibi, el 8 de octubre, tuvo consecuencias traumáticas sobre el ánimo revolucionario y fue el preludio de la entrega de armas de las partidas de Samper “Palloc” y “Tomaset”, dos semanas más tarde, tras ser perseguidas éstas por tierras de la Marina.

Durante los primeros días de enero de 1870 se celebraron en Calp las votaciones para la elección de un nuevo ayuntamiento, primera cita electoral celebrada por sufragio universal. La corporación entrante fue encabezada por Pedro García Mulet “El Senyoret” −candidato monárquico, a la sazón cuñado de Jaime Ortiz− seguido de seis concejales, todos propietarios labradores y primeros contribuyentes. Quizá la ausencia de una candidatura republicana explicaría la gran abstención sufrida, pues sólo ejerció el voto un 28,53% del censo.

El republicano Jaime Ortiz Garcelá accedió finalmente a la alcaldía de Calp un año más tarde. Su gestión económica fue fuertemente contestada en la población por los sectores más conservadores.  El 29 de mayo de 1871 quedaba aprobado un presupuesto municipal para el año económico de 1871 a 1872, por un montante que se aproximaba a las 12.000 pesetas. La nueva corporación republicana, que había accedido a los fondos municipales con un superávit del ejercicio anterior, practicaría una restrictiva política de gasto que llegó a convertir su presupuesto en un instrumento inservible. Estas disposiciones políticas provocaron tensiones entre los empleados municipales y bloquearon cualquier uso dinerario destinado a mejoras materiales en el municipio o al gasto social. La mitad de las datas consistoriales fueron impagadas o economizadas y muchos conceptos, de pago obligatorio por el ayuntamiento, suspendidos. Un informe elaborado por alcaldía indicaba que muchos de estos gastos no se abonaban por considerarse “innecesarios”.

De las 6.000 pesetas no libradas por el ayuntamiento republicano, una gran parte correspondían al impago de haberes de empleados consistoriales: José Sala Narbó, secretario; José Garulo, depositario; Nazario Llorca, medico titular; José Bertomeu, alguacil pregonero; Maximiliano Llorca, encargado del reloj de la torre; y los maestros Gaspar Zaragoza y Maria Rita Perles. La severa economía republicana se aplicó hasta en el ahorro de material para la instrucción pública. Otras partidas, como beneficencia, obras públicas y gastos imprevistos fueron ahorradas en su totalidad.

Esta corporación impone una singular gestión de los fondos públicos en cuanto a su gasto corriente, pero se mostrará sensible en ciertos casos con la entrega de limosnas a pobres transeúntes forasteros. Destacan las ayudas a emigrados franceses, pobres y militares, huidos de la desastrosa guerra de Francia contra Alemania que instauró la Tercera República Francesa. En las elecciones de junio de 1873 cambia de signo el gobierno local. Carecemos de noticias sobre  la participación de Ortiz en los sucesos  que protagonizaron Nicolás Constantini y Tomás Bertomeu, en octubre de aquel año, tras desembarcar de los buques cantonalistas en su ruta hacia Valencia.

Resulta imposible establecer una valoración fiable de esta política del gasto municipal sin conocer a fondo el contexto social y las circunstancias del Calp de aquella época. Aún más complicado es dibujar un perfil político del propio Ortiz, de sus credos y motivaciones. Las primeras y polémicas cuentas municipales republicanas de 1871 no serían aprobadas hasta 1875 por la corporación presidida por el monárquico José Fuster Castelló. Intuimos que este trámite se verificó en aras de cerrar un ciclo político y archivar el expediente. La Restauración borbónica de 1874 había devuelto el trono a Alfonso XII y de la misma forma el control del poder a la clase dominante local del momento.

Como hemos indicado, el último tercio del s. XIX  en España se inició en un estado de conmoción social: guerras de sucesión, dogmatismo, caciquismo a ultranza, golpismo. Al altísimo nivel de analfabetismo existente habría que sumar la lucha por la supervivencia de las clases más bajas ante el azote cíclico de las sequías y las inundaciones catastróficas. El ansia revolucionaria, alentada por la miseria, sólo podía entenderse como una reacción popular destinada a intentar cambiar el estado de las cosas.

 

Insurrección popular. Fuente: autor desconocido

La palabra “revolución” encierra tintes peyorativos puesto que evoca conceptos de desorden, confusión y violencia. Sería un error valorar estos movimientos sin otorgarles un trasfondo político e ideológico profundo. Existen tendencias historiográficas interesadas que han pretendido minimizar o incluso satirizar los sucesos revolucionarios, especialmente los derivados de las revueltas cantonalistas. La expresión escrita del alcalde Jaime Ortiz, en sus cartas al diario mencionado, más allá de radicalismos e intransigencias, denota formación y lectura. En este sentido, educación y cultura, considerados como instrumentos de reforma social, constituían un referente fundamental en los discursos republicanos.

A la visión que ofrecían de una nueva sociedad en construcción, basada en ideas avanzadas y doctrinas sociales de progreso, se sumaba la apertura del individuo hacia conceptos trascendentes y humanistas. Disciplinas filosóficas como el Krausismo, el Naturalismo, el Espiritismo y la Masonería vinieron a despertar conciencias ante el conservadurismo beato y alienante que sumía en la ignorancia y la pobreza a amplias capas de la población. La mística culturizadora fue para la mayor parte de las asociaciones y clubs republicanos, de un marcado carácter progresista, la base firme de la supuesta transformación social a la que aspiraba la revolución.

Antigua vivienda de los Ortiz, con horno de pan cocer. C/ Mayor, 24 de Calp, en la actualidad. Fuente: el autor.

No disponemos de noticias que añadir respecto a nuestro protagonista. Sólo podemos apuntar que en 1885 habitaba en la casa familiar de los Ortiz, sita en la/ Mayor, 24, de Calp, en donde llevaba una vida retirada. En ese mismo año fallecería su hermana Josefa Ortiz Garcelá, a los cuarenta y seis años de edad, víctima de un cáncer cirroso de hígado, según reza el parte médico en el que testificó su también hermano Baldomero Ortiz.

La muerte de Josefa dejó en estado de viudedad al cuñado, Pedro García Mulet “El Senyoret”, cacique local, principal propietario de la población, quien vió extendida su ascendencia política en Calp sin contestación hasta inicios del s. XX. Este papel de relevancia social fue continuado por su hijo, Pedro García Ortiz, personaje local que en la actualidad da su nombre y apellidos a una calle de Calp.

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