La educación infantil en nuestra comarca a inicios del siglo XX presentaba un estado deplorable. En Benissa, relata Cardona Ivars en sus Totals, las vecinas Filomena Thous y María Teresa Muñoz se habían visto obligadas a elevar un escrito, dirigido a la corporación municipal del año 1900, en el que denunciaban el estado de ruina en que se hallaban las escuelas de niñas situadas en el carrer Major, en la actual Llotja. La escuela de niños se emplazaba en la parte alta de la casa consistorial y además sumaba una segunda dependencia en la cambra de Cantó de les Cabres.
El problema principal, señala Cardona, no radicaba en la ausencia de maestros, en su escasa dedicación o competencia, sino en la falta de asistencia de los alumnos, quienes en muchos casos se encontraban obligados al necesario abandono escolar para ayudar a los padres en sus tareas cotidianas familiares, agrícolas o profesionales. En 1901 quedan abiertas unas escuelas nocturnas para adultos y años más tarde otras de primera y segunda enseñanza, regentadas por las monjas de Loreto.
No contamos con noticias para el caso de Calp. Sabemos que en 1881 existían dos escuelas, una de niños y otra de niñas, a las que acudían unos setenta alumnos indistintamente. Podemos deducir que si este panorama resultaba desolador a principios de este siglo, en términos comparativos no sería mucho mejor que el observado a lo largo de la centuria anterior. Madoz, en 1845, indica que la única escuela de primeras letras de Calp contaba con una dotación de 2.000 reales (1.500 reales eran destinados al salario del maestro) y a ella acudían unos 30 niños. Sobre el caso de Benissa, señala que la población ostentaba una escuela de instrucción primaria a la que concurrían 170 niños, y cuyo maestro se hallaba dotado con 2,000 reales de salario anual. Existía, además, otra de niñas con 100 de asistencia y 1.500 reales de dotación. Estos antecedentes históricos nos permiten comprender los deficientes niveles de instrucción que sufrieron muchas generaciones de infantes de nuestra comarca y todas las consecuencias derivadas de esta falta de formación y oportunidades.
Los padrones de electores de 1900 (Calp) y 1905 (Benissa), todos varones, nos facilitan una interesante información inédita al expresar en sus listados las habilidades de lectura y escritura de cada vecino censado. En todos los casos, los varones que no saben escribir tampoco son capaces de leer. El grado de analfabetismo es altísimo, muy especialmente entre los marineros y jornaleros.

Las conclusiones que nos ofrecen estas cifras, tabuladas por profesiones, edad, número de analfabetos y porcentaje, son las siguientes para ambas poblaciones:
1.- Los labradores cuentan con una situación económica más aliviada, hecho que permite que algunos de sus hijos puedan acudir a la escuela de primeras letras. El aprendizaje de la lectura y escritura es alentado en el seno de las familias, no necesariamente de economía boyante, pues descubrimos que entre los electores iniciados existen grupos con vínculos de sangre que gozan de escasos medios materiales. Los campesinos que saben leer y escribir inician a los hijos que comienzan a ser enseñados en el seno del hogar familiar.
Los cargos municipales, desde la máxima representación local a otros puestos políticos consistoriales, recaen preferentemente en estos individuos instruidos. Por lo tanto, los factores renta y tradición familiar inciden principalmente en la oportunidad de aprendizaje y formación, y este status a su vez facilita el acceso a la función pública, con sus consecuentes efectos en cuanto a poder político y reconocimiento social. Un 59% de los labradores de Calp, entre 34 y 25 años son analfabetos, dato que contrasta fuertemente con el de los jornaleros mayores de 50 que lo son en su totalidad. Estos datos son uniformes para el caso benissero.
2.- Los jornaleros y los hombres de la mar alcanzan las mayores cotas en la ausencia de instrucción básica, atemperados si cabe estos niveles por la nómina de jóvenes jornaleros que en muchos casos son hijos de labradores. Los marineros de entre 50 y 25 años alcanzan tasas de analfabetismo de hasta el 93%; y si la tasa de los mayores de 50 se muestra a la baja, se deberá a que presumimos un cierto grado de aprendizaje a la clase de armadores. Algunos de los marineros que saben leer y escribir son de origen foráneo, por lo que estas cifras podrían ser matizadas al alza. En el caso de Benissa, el porcentaje de jornaleros analfabetos alcanza el 87,62%.

3.- El sector de la construcción mantiene cotas bajas de analfabetismo en los menores de 50 años. A la capacidad de leer y escribir habría que añadir el conocimiento de sencillas operaciones aritméticas, aunque la mayoría de la toma y definición de medidas se harían de forma casi artesanal. La nómina de arrieros no contempla ningún sujeto instruido en el caso de Calp. En Benissa, el sector de oficios ocupa a un buen número de profesionales que presentan una tasa de analfabetismo del 35,55%.
4.- El sector oficial y las clases pasivas son en su totalidad intelectuales; son capaces de manejar y distribuir información desde los cargos públicos y cuentan con gran ascendencia entre los vecinos. Tienen acceso a fuentes culturales, algunos diarios y libros, y disfrutan de excedentes de tiempo a su disposición para el desarrollo de sus habilidades e inquietudes. En todos estos miembros recae un principio de autoridad, bien sea eclesiástica, municipal, profesional, económica o cultural; y con estos antecedentes mantienen un control en cuanto a la opinión y creencias públicas, en el ejercicio no siempre fácil del consejo y la ponderación.
Con todo, de los 523 varones calpinos mayores de 25 años residentes en Calp, son analfabetos 417, esto es, el 79,34 % del censo. En el caso de Benissa, de los 1.431 censados, son analfabetos 1.084, un 75,75 % del total.

Ante esta realidad de agrafia generalizada, las referencias a ambas poblaciones en la prensa histórica comarcal y provincial son mínimas. Durante la segunda mitad del siglo XIX aparece la prensa escrita y las primeras publicaciones periódicas que han aportados muy interesantes noticias sobre las incidencias cotidianas de muchas comunidades, sus movimientos políticos o sus protagonistas más sobresalientes. Calp nunca contó con una corresponsalía local, incluso durante buena parte del siglo XX. Las inserciones aparecidas en diarios o semanales referentes a esta villa apenas cubrían pequeños hechos anecdóticos o de mínima trascendencia dentro del apartado de sucesos; algo por otra parte lógico si tomamos en consideración el mayoritario número de habitantes que no sabían leer, y por lo tanto nunca serían suscriptores potenciales de estas publicaciones.
Por el contrario, la aparición a principios de siglo del periódico El Centinela de Benissa supondrá un fuerte aldabonazo en la conciencia popular de este pueblo. Esta publicación fue fundada por Francisco de Asís Cabrera, más conocido como el Capitán Cabrera, cargo militar que ejerció profesionalmente dentro del cuerpo de la Guardia Civil en la isla de Cuba. Al fijar Cabrera su residencia en Benissa, trasladó también sus proyectos editoriales apareciendo el primer número en agosto de 1901.
Esta publicación sirvió de órgano propagandístico del partido liberal de Canalejas, cuyo ideario político se hallaba en sintonía con la militancia intelectual del capitán, al tiempo que se oponía a otros diarios de tendencia conservadora como «El Noticiero» de Alicante o «El Amigo del Pueblo» de Denia. Estos dos diarios defendían los intereses de Antonio Torres Orduña, destacado político conservador benissero, sempiterno senador y diputado a Cortes españolas entre últimos del siglo XIX y primeros del XX. Fueron famosas las polémicas aparecidas en El Centinela, entre las que destacaron las denuncias contra el famoso «Pacto del Barranquet», amaño político pactado entre los caciques de la comarca de la Marina Alta para asegurar un turno de diputados,
En 1906, incapacitados algunos concejales conservadores del ayuntamiento de Benissa por decisión de la Comisión Provincial, escribía en su periódico Cabrera Ivars, el día 16 de febrero, con tono encendido ante la situación enconada de la política local benissera:
“…La suerte está echada. Está visto que no cabe inteligencia política en nuestros enemigos. No hay duda de que quieren vencernos a sangre y fuego. Bueno, que sigan, que los premios de cada cual serán según sus obras […] amoldandonos a los principios de justicia, deseosos del aplauso general, satisfechos de haber obrado bien, convencidos de que de este modo nos abriremos paso en la opinión pública y que muchos que hoy no nos quieren han de acabar por venirse a nuestro campo […] el público sin pasiones que nos juzgue. Y el que lea, diga”.
“El que lea, diga”…
Hemos podido comprobar estadísticamente que los electores benisseros alfabetizados y por lo tanto más acomodados socialmente, potenciales lectores del Centinela del capitán Cabrera, ascenderían a 347 censados, apenas un 25% del padrón municipal de votantes. Este censo electoral que estamos trabajando, elaborado en 1905, fue el utilizado para la celebración de las elecciones municipales de septiembre de 1906, comicios que ganó por primera vez el partido demócrata liberal encabezado por el capitán Cabrera, en oposición a las rígidas fuerzas conservadoras que soportaban el entramado caciquil.
Este hito histórico, breve si bien es cierto en su duración, se fundamentó en el giro político de la representación provincial y en la creación de un estado de ánimo en la opinión pública benissera de entonces, más allá de la penetración que pudiese conseguir la publicación partidista liberal en los resortes intelectuales de la población
Estudiaremos próximamente los resultados de la consulta de elecciones de 1906, atendiendo a interesantes criterios de participación: sectoriales, económicos y sociales.