La derrota de la escuadra española en la bahía filipina de Cavite supuso la pérdida de las posesiones de nuestra nación en el archipiélago. Este doloroso suceso constituyó un capítulo más del rosario de desastres que culminó con la decadencia de España en la presencia e influencia política internacional y sumergió a nuestro país en años de pesimismo y frustración.
Testigo directo de los tristes sucesos fue un soldado originario de Benissa, un humilde jornalero, soldado de reemplazo, del que aportamos su pequeña crónica.
Andrés Cabrera Ivars, hijo de Juan y de Josefa (1), había nacido en Benissa el 23 de junio de 1876. “Soltero, de nariz y boca regular, barba saliente, color sano, frente despejada y aire marcial”, había sido declarado soldado el 24 de mayo de 1895. En virtud de esta declaración fue designado apto para un servicio de ocho años.
Fue llamado a filas con destino al Primer Batallón del Tercer Regimiento de Infantería de Marina de Cartagena, donde causó alta en mayo de 1896. El día 22 de junio parte hacia las Islas Filipinas a bordo del vapor Santiago, en donde desembarca y pasa a la guarnición del crucero don Juan de Austria hasta junio de 1898. En estas fechas percibe la medalla conmemorativa de la campaña de Luzón por sus servicios prestados.
España poseía, hasta 1898, dos grandes territorios ultramarinos, la isla de Cuba y el archipiélago de Filipinas, difícil este último de controlar por ser un conjunto de islas que en total superaba en número las tres mil. La prioridad principal de nuestras fuerzas era erradicar la piratería de aquellas aguas, labor a la que se destinó a nuestro hombre como infante de marina a bordo del don Juan de Austria en la campaña de Luzón. El movimiento independentista y la guerra con los EE.UU. sorprendieron a una fuerza que no estaba preparada para un combate naval de entidad. Los americanos contaban con seis buques, los Olympia, Baltimore, Raleigh, Petrel, Condord y Boston. Los cuatro primeros eran cruceros protegidos y, los dos últimos, grandes cañoneros. En total sumaban 19.000 toneladas de desplazamiento. El insignia del almirante Dewey, al mando de las fuerzas atacantes, era el Olympia, de construcción moderna.
Por parte española se contaba con 7 buques, entre los que se encontraban los Reina Cristina, insignia de Montojo al mando, Isla de Cuba, Isla de Luzón, Castilla, Don Antonio Ulloa, Don Juan de Austria, y el Marqués del Duero, sumando un total de 14.000 toneladas.
Al amanecer del día 1 de mayo de 1898, la flota americana se encontraba frente a Manila. Inmediatamente las baterías de costa comenzaron a disparar, pero la distancia a la que se encontraban los buques impedía que fueran alcanzados. La escuadra de Montojo se hallaba fondeada frente a Cavite, de todas las posibles ubicaciones de la flota, la que menos garantías ofrecía para su defensa. A las cinco y cuarto de la mañana comenzó el combate. A una distancia quizás excesiva de cinco mil metros, los buques españoles abrieron fuego, contestando 25 minutos después los Olympia, Baltimore y Boston con su artillería concentrada sobre los Castilla y Cristina. Nuestros buques recibieron numerosos impactos que causaron grandes daños. La flota de Dewey inició entonces una serie de pasadas a una velocidad de 6 nudos para reducir la distancia del combate con los inmóviles buques españoles a unos dos mil metros.
La estrategia española buscaba acercar a su buque insignia, el Cristina, apoyado por la artillería del Austria, lo más posible al enemigo, con el fin de torpedearlo, pero ambos buques fueron rechazados por su fuego.
La superioridad americana se basó principalmente en sus cañones de gran calibre, de los que carecía la escuadra española, y por la mejor calidad de las denominadas piezas de tiro rápido. Sólo en dos cruceros españoles (la Castilla y la Cristina) la situación era casi insostenible, ya que ambos tenían graves daños y numerosas bajas, pero aún así se mantuvieron a flote y continuaron su ofensiva disparando intensamente; el resto apenas había recibido algunos impactos y estaba en condiciones de soportar sin problemas el castigo americano. Tras un receso para alimentar las tropas, la escuadra americana reanudó el combate, aunque fueron los descorazonados españoles los que echaron a pique sus propios buques para salvar las dotaciones.
Nuestro Andrés Cabrera había sido destinado a las fuerzas del arsenal situadas en Punta Sangley, y a estas alturas de la batalla, desde este punto, no respondían al enemigo más que los dos cañones apostados, y de forma intermitente, que finalmente quedaron a merced del fuego enemigo. A la una de la tarde se hizo la bandera de parlamento desde el arsenal.
Mientras se discutían las condiciones de rendición, los buques americanos anclaron tranquilamente ante los refugiados en el arsenal de Sangley que se preguntaban angustiados por su destino. Montojo ya se encontraba desentendido en Manila, por lo que fue sumariado.
Al día siguiente, evacuado de Cavite, Cabrera emprendió marcha al pueblo de Parañaque, quedando a las órdenes de sus superiores.
El día 13 partió Andrés a la población de Imus, donde quedó destinado a la construcción de trincheras y obras de defensa; pero atacado dicho pueblo por una fuerte partida insurrecta el día 28 de mayo, tras una heroica y desesperada resistencia, fue hecho prisionero de los tagalos.
A partir de este punto carecemos de noticia alguna sobre nuestro hombre. No será hasta octubre de 1902 cuando se recupere el hilo de su triste destino. A bordo del vapor Montevideo, ya de vuelta a España, se celebra una reunión entre las fuerzas repatriadas y los mandos a su cargo, los segundos tenientes don Sebastián Román y don Prudencio Santamaría.
De las manifestaciones de los compañeros se certificó que el soldado alicantino de infantería Andrés Cabrera Ivars, de 22 años, había fallecido en el mes de junio de 1898 a causa de una disentería, y, por el déficit nutricional, también fue afectado de Beri-beri, mal que aceleró su muerte entre terribles espasmos y horroroso sufrimiento. La comunicación oficial a los familiares y el consecuente testimonio a efectos civiles no se libró hasta el año 1909.
(1) Los padres de Andrés Cabrera Ivars fueron Juan Cabrera Ortolá, de Andrés y María, y Josefa María Ivars Grimalt, de Diego y Francisca, casados en Benissa el 14 de abril de 1866 (AHPB, Libro M-6 (1864-1874) Folio 38 Pda). Pensamos que pertenecen a una familia instalada en la partida de Fanadix a principios del siglo XX.
[…] Pel seu interés hem reproduït aquesta article aparegut el 28 de juliol de 2016 al blog de José Luís Luri. […]